30.11.20

Un mes antes, recuento de locaciones de año nuevo hasta donde da la memoria

1993, Cariló, yo estaba presa, me habían echado del colegio, no me dejaron salir en todo el verano.

1994, Acapulco. Que la vida me de la oportunidad de repetirlo.

1995, Sudáfrica. Seguía el 1 a 1.

1996, Cariló pero libre. Ya fumaba delante de mis padres.

1997, París. Pedí una comida que parecía exótica y era locro en una vasija de barro.

1998, Mar del plata, embarazada de 3 meses. Drogas para todos menos pra eu. Final con guerrra de botellas en la playa.

1999, el bebé dormía. Los padres tomamos un champagne solos, casi en silencio, mirando el cielo.

2000, campo del primo Pablo. Atrasábamos el reloj para que no fueran las doce, hasta que se hizo de día.

2001, casa de la abuela. Fuegos artificiales en Villa Tesei casi tantos como en Acapulco. Sin ironía.

2002, Buzios. Piecitos mojados, ropa blanca. Vivir el cliché es lo más.

2003, casa de la abuela, papá muerto tres meses antes. La fiestas tristes son lo más triste jamás.

2004, casa de unos completos desconocidos, con tal de no tener un año nuevo como el anterior.

2005, campo del primo Pablo, de nuevo pero más grandes, más organizados. Cenamos temprano y brindamos a horario.

2006, campo del abuelo, corrientes. Durante el día una magnolia enorme fue mi guía. De noche hice el asado y dormimos afuera.

2007, Villa Gesell. Las amigas, los hijos. La familia elegida.

2008, casa de la abuela, de nuevo pero reconciliada con la vida. Brindamos por los que estaban en la tierra y los que no.

25.11.20

Días como hoy me alegra al final no ser Van Gogh ni Susanita. No hay familia perfecta ni obra de arte sublime que puedan darme una tarde de felicidad trivial, sin trascendencia.

7.11.20

Las flores cortadas
también son cadáveres, las moscas
en todas partes.

Después en la humedad
la noche sin luces
se pierde algo y busco
en la oscuridad
cuando todos ya se fueron a dormir
o están dormidos
busco en la noche, los pies mojados
las estrellas inmensas
diminutas
puntos blancos infinitos
y el suelo no devuelve nada.

Una caja de fósforos
gasto
cada uno hasta quemarme y no veo
no está
vuelvo a la casa y vuelvo
afuera
con un encendedor
miro sobre las gotas en el pasto, el agua
en la tierra
que no devuelve nada.
Las medias mojadas, la garganta
seca. El suelo
impiadoso.
Una figura brilla en el pasto
un hongo blanco, la luna
lo distingue
la tierra
no me da lo que perdí
no importa que llore
con humildad
con furia
que me entregue al sueño o al silencio.
De noche sólo cantan los pájaros que velan.

El cemento frío de la casa del campo
de mi abuelo
las baldosas rojas del comedor
y la galería, las columnas verdes, los árboles
ahí en el mismo orden
con la misma forma desde siempre
la mesa de madera oscura y las sillas
que la rodean, el mantel plástico
de la mesada de la cocina, las ventanas
que suenan a cada movimiento
no piden a la tierra.
No piden.